Queridos hermanos y hermanas,
¡Gracias por esta cálida acogida! Agradezco a Monseñor Camillo Cibotti, al nuevo Obispo de Isernia, y a su predecesor, Mons. Salvatore Visco, al Alcalde, a las diferentes Autoridades y a todos aquellos que han colaborado con esta visita. Este es el último encuentro de hoy y se desarrolla en un lugar simbólico: la plaza de la Catedral. La “plaza” es el lugar donde nos encontramos como ciudadanos, y la Catedral es el lugar donde nos encontramos con Dios, escuchamos su Palabra, para vivir como hermanos. Ciudadanos y hermanos. En el cristianismo no hay contraposición entre sagrado y profano, en este sentido: ciudadanos y hermanos.
Hay una idea fuerte que me ha impactado, pensando en la herencia de San Celestino V. Él, como San Francisco de Asís, ha tenido un fuerte sentido de la misericordia de Dios, y del hecho que la misericordia de Dios renueva el mundo.
Pietro del Morrone, como San Francisco de Asís, conocían bien la sociedad de su tiempo, con sus grandes pobrezas. Eran muy cercanos a la gente, al pueblo. Tenían la misma compasión de Jesús hacia tantas personas cansadas y oprimidas; pero no se limitaban a dar solo buenos consejos, o piadosas consuelos. Ellos son los primeros en haber hecho una elección de vida contra corriente, han escogido de confiar en la Providencia del Padre, no solo como ascesis personal, sino como testimonio profético de una Paternidad y de una fraternidad, que son el mensaje del Evangelio de Jesucristo.
Y siempre me impacta que con esta fuerte compasión por la gente, estos santos han sentido la necesidad de dar al pueblo la cosa más grande, la riqueza más grande: la misericordia del Padre, el perdón. “Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. En estas palabras del Padre Nuestro hay todo un proyecto de vida, basado sobre la misericordia. La misericordia, la indulgencia, el perdón de nuestras deudas, no es solo algo devocional, intimo, un paliativo espiritual, un tipo de aceite que nos ayuda a estar más suaves, más buenos ¡No! Es la profecía de un mundo nuevo: la misericordia es profecía de un mundo nuevo, en el cual los bienes de la tierra y del trabajo están distribuidos equitativamente y ninguno está privado del necesario, porque la solidaridad y el compartir son la consecuencia concreta de la fraternidad. Estos dos santos han dado el ejemplo. Ellos sabían que, como clérigos- uno era diácono el otro obispo, obispo de Roma-, como clérigos, ambos debían dar ejemplo de pobreza, de misericordia y de total despojo de sí mismos.
Entonces, este es el sentido de una nueva ciudadanía, que percibimos fuertemente aquí, en esta Plaza delante de la Catedral, desde donde nos habla la memoria de San Pietro del Morrone, Celestino V. Esta ahí el sentido muy actual del Año Jubilar, de este Año Jubilar Celestiniano, que desde este momento declaro abierto, y durante el cual para todos será abierta la puerta de la misericordia. No es una fuga, no es una evasión de la realidad y de los problemas, es la respuesta que viene del Evangelio: el amor como la fuerza de purificación de las conciencias, la fuerza que renueva las relaciones sociales, la fuerza de proyección de una economía diferente, que pone al centro la persona, el trabajo, la familia; antes que el dinero y el beneficio.
Somos todos conscientes que este camino no es el del mundo; no somos soñadores, no somos ilusos, ni queremos crear oasis fuera del mundo. Creemos antes que nada, que este camino es el mejor para todos, es el camino que verdaderamente nos acerca a la justicia y a la paz. Pero sabemos además que somos pecadores, que nosotros somos los primeros a ser tentados de no seguir este camino y de conformarnos con la mentalidad del mundo, con la mentalidad del poder, con la mentalidad de las riquezas. Por eso confiamos en la misericordia de Dios, y nos comprometemos a cumplir con su gracia los frutos de conversión y obras de misericordia. Estas dos cosas: convertirse y hacer obras de misericordia, este es el hilo conductor de este año, de este año jubilar celestiniano. Nos acompañe y nos sostenga siempre en este camino la Virgen María, Madre de Misericordia.
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