Al Venerado Hermano
Mons. Francesco Montenegro
Arzobispo de Agrigento
El aniversario de mi visita a la isla de Lampedusa evoca en mi corazón sentimientos de gratitud al Señor por haberme dado la oportunidad de ir a esa orilla de tierra siciliana a rezar por las demasiadas víctimas de los naufragios; cumplir un gesto de cercanía a los inmigrantes que buscan una vida mejor y a despertar la atención hacia sus dramas; expresando gratitud a los habitantes de Lampedusa y de Linosa comprometidos en una encomiable obra de solidaridad, sostenidos por asociaciones, voluntarios y fuerzas de seguridad.
En ese encuentro tan cargado de significado, junto con la Iglesia en Agrigento, se percibió la presencia espiritual y afectiva de todas las comunidades católicas italianas, que en niveles y formas diferentes son una parte activa de la acción de acogida de los migrantes. Después de un año, el problema de la inmigración se está agravando y, lamentablemente, se han sucediendo verificando otras tragedias con un ritmo acelerado. A nuestro corazón le cuesta aceptar la muerte de estos nuestros hermanos y hermanas que afrontan viajes extenuantes para huir de dramas, pobreza, guerras, conflictos, a menudo ligados a políticas internacionales.
Me dirijo de nuevo espiritualmente frente a la costa del mar Mediterráneo para llorar con cuantos están en el dolor y para echar las flores de la oración del sufragio por las mujeres, hombres y niños que son víctimas de un drama que parece no tener fin. Y que requiere que se afronte no con la lógica de la indiferencia, sino con la lógica de la hospitalidad y del compartir con el fin de tutelar y promover la dignidad y la centralidad de todo ser humano.
Aliento a las comunidades cristianas y a todos los hombres de buena voluntad a seguir inclinándose hacia los necesitados, para tenderles la mano, sin cálculos, sin temor, con ternura y comprensión. Al mismo tiempo, anhelo que las instituciones competentes, especialmente a nivel europeo, sean más valientes y generosas en socorrer a los prófugos.
Con estos deseos, le imparto de corazón a usted, querido hermano, a cuantos participan en los diversos momentos de oración y reflexión y a toda la Comunidad diocesana la implorada Bendición Apostólica.
Desde el Vaticano, 23 de junio de 2014
Fraternalmente
Francisco
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