La sociedad española debate si las menores deben contar con el permiso de sus padres para abortar. Y mientras, intelectuales, analistas financieros y estadistas, datos en mano, se echan las manos a la cabeza ante lo que se avecina: Una alta cifra de abortos; retraso en la edad de la maternidad; aumento de la infertilidad, alarmante bajada del número de nacidos y, sobre todo, un envejecimiento progresivo de la población para el que no hay reemplazo.
Los abortos en España, lejos de disminuir, han ido creciendo año tras año durante la última década (excepto en 2009 que baja algo respecto a 2008, el de mayor incidencia, y vuelve a subir en 2010). El total de abortos ha pasado de casi 70.000 en 2001 a 113.031 en 2010, una subida del 62%. Es significativo que en 2010 la tasa de abortos por mil mujeres de 15-44 años fuera de 11,49, la segunda más alta registrada en estos diez años.
Además del crecimiento, un dato llama la atención: el 23% se había sometido ya a un aborto con anterioridad, y para el 7,2% era el tercero; por lo que éste podría estar siendo utilizado en algunos casos como medida anticonceptiva.
Por otra parte, la relación entre abortos y nacimientos también experimentó un ligero aumento de un año para otro: de 22,58 abortos por cien nacimientos en 2009 a 23,35 en 2010. Esto da una idea de la sangría que supone el aborto en nuestra demografía.
Si la tendencia no aumenta –siendo optimistas– sino que se mantiene, el aborto seguirá bajando cada vez más nuestra tasa de fecundidad.
Madres más viejas y más parejas infértiles
Junto a este primer grupo (las que pueden tener hijos y no los quieren), está otro, las que sí los quieren pero que no pueden tenerlos. Hoy muchas mujeres se decantan en su edad reproductiva por el desarrollo profesional y postergan la maternidad, confiando cada vez más en que las técnicas de reproducción asistida solucionarán los posibles problemas. Así, la edad media de la primera maternidad se ha retrasado hasta los 31,3 años.
A su vez, las clínicas de reproducción asistida atienden cada vez a más mujeres y más mayores. Las cifras de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF) muestran que en 2009 del total de ciclos registrados de fecundación in vitro, el 38% correspondían a mujeres de entre 35 y 39 años, y el 21% a las de 40 años o más.
Pero la procreación artificial no es la panacea. En 2009, la tasa de éxito era de un 35% por término medio en mujeres de 30 años, según la Sociedad Española de Fertilidad (cfr. Aceprensa 16-11-2010).
Aunque existen otros factores para la infertilidad como el sobrepeso, el tabaquismo y el estrés, la mayor edad de los progenitores (sobre todo de la madre) es el motivo principal por el que la infertilidad ha crecido durante los últimos años, hasta afectar al 15% de las parejas.
En cuanto a los embarazos espontáneos, las mujeres de más edad también tienen más riesgos. Con los años, son más frecuentes las malformaciones congénitas o alteraciones cromosómicas como el síndrome de Down. Las pruebas prenatales para diagnosticar estas anomalías se han convertido en rutinarias en los centros de salud, y no pocos embarazos –aunque buscados– acaban en aborto voluntario. El 95% de las mujeres en España optó por interrumpir su embarazo ante el diagnóstico Down en 2009 (cfr. Aceprensa 29-I-2009).
Generaciones cada vez menos numerosas
Según los últimos datos publicados por el INE, vemos que en 2010 la tasa de fertilidad (número medio de hijos por mujer) se sitúa en 1,38. Muy por debajo de los 2,07 necesarios para el reemplazo.
La crisis económica se está notando también en la natalidad. Durante el primer semestre de 2011 hubo 230.537 nacimientos, un 1,1% menos que en el mismo periodo de 2010. Y este año, a su vez, nacieron un 1,7% menos niños que en 2009. Si nos remontamos a 1976, vemos que el número de nacimientos ha decrecido en un 28% en poco más de 30 años. Con estos índices, tal y como concluye Alejandro Macarrón Larumbe, autor de El Suicidio Demográfico de España, «cada nueva generación de españoles será –ya es– entre un 30% y un 40% menos numerosa que la anterior».
La esperanza de vida, por el contrario, aumenta y alcanza ya los 78,8 años en los hombres y los 84,8 en las mujeres. Una buena noticia que se torna peligrosa si no tenemos más hijos, al empeorar el problema del envejecimiento colectivo de nuestra sociedad.
Ante esto, merece la pena destacar algunas conclusiones de Larumbe:
Por los niños que no hemos tenido desde 1977, cuando empezó a caer nuestra natalidad, necesitaríamos más de 9 millones de residentes adicionales en España con menos de 34 años para que hubiese, no ya una pirámide de edad, sino un «rectángulo» –la misma gente a todas las edades–.
España cada vez peina más canas y tiene menos pelo. Entre 1975 y 2010, la edad promedio de la población española pasó de 33 a 42 años.
En 2010 ya había un 30% menos de jóvenes con edades comprendidas entre 18 y 25 años que hace sólo diez años. Y entre 2010 y 2020, en media, cada año habrá un 3% menos de españoles con edades entre 25 y 35 años que en el año anterior. Lo que supondrá un mazazo para el valor de mercado de la hucha de los españoles –nuestras casas y propiedades inmobiliarias–, al haber cada vez menos compradores potenciales para los inmuebles.
El futuro que nos espera
Las proyecciones a corto plazo que analiza el INE para el próximo decenio indican que, en caso de mantenerse las tendencias demográficas actuales, la población de España decrecería desde los 46 millones en 2011 a 45,5 en 2021. En total, perdería más de medio millón de habitantes.
A su vez, la tendencia actual llevaría a que la edad media a la maternidad supere los 31,1 años a finales de 2020. También aumentaría la esperanza de vida, en 2 años en los varones (hasta los 80,9) y en 1,5 años en las mujeres (hasta los 86,3).
Es muy destacable que a partir de 2019 habría más defunciones que nacimientos.
La cifra de nacidos en el periodo 2011-2020 se estima un 4,7% inferior a la de la década pasada.
Este descenso paulatino de la natalidad, tendría como primera consecuencia una reducción de los menores de 16 años. Por el contrario, crecerían intensamente los tramos más avanzados de la pirámide, como consecuencia de su envejecimiento progresivo.
Así, la Tasa de Dependencia –que mide la relación entre la población potencialmente inactiva (menor de 16 años o mayor de 64) y la población productiva–, se elevará desde el 47,8% actual hasta el 57,3% en 2021. Y este será nuestro principal problema, que aumentarán los dependientes pero habrá menos trabajadores para sostenerlos.
La población entre 20 y 44 años decrecerá con especial intensidad. Porque son jóvenes nacidos en las crisis de natalidad iniciada a mediados de los años 80. Y porque ante la crisis económica actual es el grupo poblacional sobre el que más incide la creciente emigración. En conjunto, este tramo de edad sufriría una reducción de 3,7 millones de efectivos (un 21,3%) en dicho periodo.
En cuanto al fenómeno migratorio, en el que muchos depositaban su esperanza, los datos tampoco son muy halagüeños. De acuerdo a las últimas informaciones disponibles, el saldo migratorio con el extranjero en 2011 sería ya negativo (-130.850). Así, la migración neta se iría recuperando progresivamente en los próximos años, pero sin llegar a hacerse positiva, acumulándose un saldo migratorio de –945.663 entre 2011 y 2020.
¿Habrá reemplazo generacional en 20 años? Como concluye Alejandro Larumbe: «Nuestra infertilidad colectiva de las últimas décadas nos ha ahorrado muchos esfuerzos y dinero en la crianza de niños, pero a la larga resultará carísima en los planos afectivo, social, económico y político. Como bien dicen los norteamericanos, ´there is no such thing as a free lunch»: no existen las comidas gratis. Tampoco, desde luego, en materia demográfica».
Por Natalia López Moratalla
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