María nos invita a tener 'diligencia' para las cosas de Dios, dice el Papa

Benedicto XVI ha celebrado esta mañana la Santa Misa en la parroquia de Santo Tomás de Villanueva de Castel Gandolfo.
Texto íntegro de la homilía del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas:
Nos
encontramos reunidos, una vez más, para celebrar una de las más
antiguas y amadas fiestas dedicadas a María Santísima: la fiesta de su
asunción a la gloria del Cielo en alma y cuerpo, con todo su ser
humano, con la integridad de su persona. De esta manera nos ha dado la
gracia de renovar nuestro amor a María, de admirarla y de alabarla por
las “grandes cosas” que el Omnipotente ha hecho por ella y que ha
realizado en ella.

Al contemplar a la Virgen María se nos ha dado otra gracia: la de
poder ver en profundidad también nuestra vida. Sí, porque también
nuestra existencia cotidiana, con sus problemas y sus esperanzas, recibe
luz de la Madre de Dios, de su camino espiritual, de su destino de
gloria: un camino y una meta que pueden y deben convertirse, de alguna
manera, en nuestro mismo camino, nuestra misma meta. Nos dejamos guiar
por los pasajes de la sagrada Escritura que la liturgia de hoy nos
propone. Quiero detenerme, en particular, en una imagen que encontramos
en la primera lectura, tomada del Apocalipsis, a la que hace eco el
evangelio de Lucas: es decir, la del arca. Está en la primera lectura:
“Se abrió el Templo de Dios que está en el cielo y quedó a la vista el
Arca de la Alianza” (Ap 11,19).

¿Cuál es el significado del arca? ¿qué cosa aparece ?Para el Antiguo
Testamento, esta es el símbolo de la presencia de Dios en medio de su
pueblo. Pero hoy el símbolo ha cedido el puesto a la realidad. Así el
Nuevo Testamento nos dice que la verdadera arca de la alianza es una
persona viva y concreta: es la Virgen María, que no vive en un mueble,
que habita en una persona, en un corazón. María, aquella
que ha llevado en su vientre al Hijo eterno de Dios hecho hombre, Jesús
nuestro Señor y Salvador. En el arca – como sabemos - se conservaba las
dos tablas de la ley de Moisés, que manifestaban la voluntad de Dios de
mantener la alianza con su pueblo, indicando las condiciones para ser
fieles al pacto de Dios para conformarse a la voluntad de Dios y así
también a nuestra voluntad profunda. María es el arca de la alianza,
porque ha acogido en sí a Jesús, ha acogido en sí la Palabra viviente,
todo el contenido de la voluntad de Dios, de la verdad de dios, ha
acogido en sí a aquel que es la nueva y eterna alianza,
culminada con la ofrenda de su cuerpo y de su sangre: cuerpo y sangre
recibidos de María. Tiene razón, por lo tanto, la piedad cristiana, en
las letanías en honor de la Señora, se dirige a Ella invocándola como
Foederis Arca. Es decir “arca de la alianza”, arca de la presencia de
Dios, arca del amor que Dios ha querido estrechar de manera definitiva
con toda la humanidad en Cristo (Jesús).
El pasaje del
Apocalipsis quiere indicar otro aspecto importante de la realidad de
María. Ella, arca viviente de la alianza, tiene un destino de gloria
extraordinaria, porque está tan estrechamente unida al Hijo que ha
acogido en la fe y ha generado en la carne, para compartir plenamente
la gloria del cielo. Y cuanto nos sugieren las palabras escuchadas: “Y
apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la
luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza. Estaba
embarazada . Ella tuvo un hijo varón que debía regir a todas las
naciones...” (12,1-2;5).

La grandeza de María, Madre de Dios, llena de gracia, plenamente dócil
a la acción del Espíritu Santo, vive ya en el Cielo de Dios con su
misma alma y cuerpo. San Juan Damasceno refiriéndose a este misterio en
una famosa homilía afirma: “Hoy la santa y única Virgen es conducida al
templo celeste. Hoy el arca sagrada y animada por el Dios Viviente, (el
arca) que ha llevado en el vientre al propio Artífice, descansa en el
templo del Señor, no construido por mano de hombre” (Homilía II sobre la
Dormición, 2, PG 96,723) y continúa: “Era necesario que aquella que
había hospedado en su vientre el Logos divino, se transfiriera en los
tabernáculos del Hijo suyo. Era necesario que la Esposa que el Padre se
había elegido, habitase en la estancia nupcial del Cielo” (ibid.,14,PG
96,742). Hoy la Iglesia canta el amor inmenso de Dios por esta criatura:
la ha elegido como verdadera “arca de la alianza”, como aquella que
continua a generar y a donar a Cristo Salvador a la humanidad, como
Aquella que en el cielo comparte la plenitud de la gloria y goza de la
felicidad misma de Dios y, al mismo tiempo, nos invita a devenir también
a nosotros, en nuestro modo modesto, “arca” en la que está presente la
Palabra de Dios, que es transformada y vivificada por Su presencia,
lugar de la presencia de Dios, para que los hombres puedan encontrar en
el otro hombre la cercanía de Dios y así vivir en comunión con Dios y
conocer la realidad del cielo.
El evangelio de Lucas
apenas escuchado (cfr Lc 1,39-56), nos muestra esta arca viviente, que
es María, en movimiento: dejada su casa de Nazaret, María se pone en
camino hacia la montaña para alcanzar rápidamente un ciudad de Judá e ir
a la casa de Zacarías e Isabel. Me parece importante “con diligencia”:
las cosas de Dios merecen diligencia, es más las únicas cosas del mundo
que merecen diligencia son precisamente las de Dios, que tienen
verdadera urgencia para nuestra vida. Entonces María entra en esta casa
de Zacarías y de Isabel, pero no entra sola. Entra, pero no sola,
llevando en su seno el hijo, que es Dios mismo hecho hombre. Ciertamente
se la esperaba y también para que ayudara en aquella casa, pero el
evangelista nos guía para comprender que esta espera lleva a otra, más
profunda.

En efecto, Zacarías, Isabel y el pequeño Juan Bautista son,
efectivamente, el símbolo de todos los justos de Israel, cuyo corazón,
rico de esperanza, espera la venida del Mesías salvador. Y es el
Espíritu Santo el que abre los ojos de Isabel y le hace reconocer en
María la verdadera arca de la alianza, la Madre de Dios, que viene a
visitarla. Y así, la pariente anciana la acoge diciéndole “a alta voz”:
«¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu
vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Y es el mismo Espíritu Santo que ante Aquella que lleva el Dios hecho
hombre, abre el corazón de Juan Bautista en el vientre de Isabel. Isabel
exclama: “Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno”
(v.44). Aquí el evangelista Lucas utiliza el término ”skirtan”, es decir
“saltar”, el mismo término que encontramos en una de las antiguas
traducciones griegas del Antiguo Testamento para describir la danza del
Rey David ante el arca santa que ha vuelto definitivamente a la patria
(2Sam 6,16). Juan Bautista en el seno de su madre baila delante del Arca
de la Alianza, como David, María – y reconoce así – María es la nueva
arca de la alianza, ante la cual el corazón exulta de alegría, la Madre
de Dios presente en el mundo, que no tiene para sí esta divina
presencia, sino la ofrece compartiendo la gracia de Dios. Y así – como
dice la oración – María realmente es “causa de nuestra alegría”, el
“arca” en al que realmente el Salvador está presente entre nosotros.

¡Queridos hermanos! Estamos hablando de María, pero, en un cierto
sentido, estamos hablando también de nosotros, de cada uno de nosotros:
también nosotros somos destinatarios de aquel amor inmenso que Dios ha
reservado - ciertamente, de una forma absolutamente única e irrepetible
- en María. En esta Solemnidad de la Asunción miramos a María: Ella
nos abre a la esperanza, a un futuro lleno de alegría y nos enseña el
camino para alcanzarlo: acoger en la fe, a su Hijo; no perder jamás la
amistad con Él, dejarse iluminar y guiar por su palabra; seguirlo cada
día, también en los momentos en los que sentimos que nuestras cruces se
nos hacen pesadas. María, el arca de la alianza que está en el santuario
del Cielo, nos indica con luminosa claridad que estamos en camino hacia
nuestra verdadera Casa, la comunión de alegría y de paz con Dios ¡Amén!
Traduccion del italiano: Rafael Álvarez Taberner.
Fuente: radiovaticana.org
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