Amargura y pesar por lo acontecido en los últimos días en el Vaticano, pero también determinación y confianza al afrontar una situación francamente difícil. Estos son los sentimientos que se perciben en el sustituto de la Secretaría de Estado, el arzobispo Angelo Becciu -que por su oficio trabaja cada día en estrecho contacto con el Pontífice- durante una conversación don «L’Osservatore Romano» sobre el tema que centra la atención de muchísimos medios de comunicación en todo el mundo, es decir, el arresto, el pasado 23 de mayo, de Paolo Gabriele, ayudante de cámara de Benedicto XVI, por tener en su poder gran número de documentos reservados pertenecientes al Papa. ¿Qué decir del estado de ánimo de quienes trabajan en la Santa Sede? «En las personas con quienes me he encontrado en estas horas –responde el sustituto-, tras mirarnos a los ojos, ciertamente he leído desconcierto y preocupación, pero también he visto la decisión de continuar el servicio silencioso y fiel al Papa». Una actitud que se respira cada día en la vida de las oficinas de la Santa Sede y del pequeño mundo vaticano, pero que obviamente no es noticia en el diluvio mediático que se ha desencadenado tras los graves y, en muchos aspectos, desconcertantes sucesos de estos días. En este contexto, monseñor Becciu mide con atención las palabras para subrayar «el resultado positivo» de la investigación, aunque se trata de un resultado amargo. Por lo demás, las reacciones en todo el mundo, en cierto aspecto justificadas, «preocupan y entristecen por las modalidades de la información, que suscitan reconstrucciones fantasiosas que de ningún modo corresponden a la realidad».
¿Se podía reaccionar con más rapidez y totalidad?
Ha habido, hay y habrá un respeto riguroso de las personas y de los procedimientos previstos por las leyes vaticanas. En cuanto se certificó el hecho, el 25 de mayo, la Oficina de información de la Santa Sede difundió la noticia, aunque fue un shock para todos y esto creó un poco de desconcierto. Por lo demás, la investigación está en curso.
¿Cómo ha encontrado a Benedicto XVI?
Entristecido. Porque, de acuerdo con lo que se ha podido certificar hasta ahora, alguien cercano a él parece responsable de comportamientos injustificables desde cualquier punto de vista. Ciertamente, en el Papa prevalece la piedad por la persona implicada. Pero no deja de ser verdad que el ataque que ha sufrido es brutal: Benedicto XVI ha visto cómo se publicaban documentos robados de su casa, papeles que no son simplemente correspondencia privada, sino informaciones, reflexiones, manifestaciones de conciencia, incluso desahogos que ha recibido únicamente en razón de su ministerio. Por eso, el Pontífice está especialmente dolido, entre otras razones por la violencia sufrida por los autores de las cartas o de los escritos dirigidos a él.
¿Puede formular un juicio sobre lo que ha sucedido?
Considero que la publicación de las cartas robadas es un acto inmoral de inaudita gravedad. Sobre todo, repito, porque no se trata únicamente de una violación, ya en sí gravísima, de la reserva a la que cualquiera tiene derecho, sino también de un vil ultraje a la relación de confianza entre Benedicto XVI y quien se dirige a él, aunque fuera para expresar en conciencia una protesta. Razonemos: no sólo se han robado documentos al Papa; se ha violado la conciencia de quien se dirige a él como al Vicario de Cristo, y se ha atentado contra el ministerio del Sucesor del apóstol Pedro. Varios documentos publicados se enmarcan en un contexto que se supone de total confianza. Cuando un católico habla al Romano Pontífice, tiene el deber de abrirse como si estuviera ante Dios, también porque se siente garantizado de una absoluta reserva.
Se ha querido justificar la publicación de los documentos con criterios de limpieza, transparencia, reforma de la Iglesia.
Los sofismas no llevan muy lejos. Mis padres me enseñaron no sólo a no robar, sino también a no aceptar nunca cosas robadas por otros. Me parecen principios sencillos, tal vez para algunos demasiado sencillos, pero es cierto que cuando alguien los pierde de vista, fácilmente se desvía y lleva también a otros a la ruina. No puede haber renovación que pisotee la ley moral, ni siquiera siguiendo el principio de que el fin justifica los medios, un principio que por lo demás no es cristiano.
Y ¿qué responder a quien reivindica el derecho de crónica?
Pienso que en estos días, por parte de periodistas, además del deber de informar de lo que está sucediendo, debería haber también una preocupación ética, es decir, deberían tener la valentía de distanciarse netamente de la iniciativa de un colega suyo que no dudo en definir criminal. Un poco de honradez intelectual y de respeto de la ética profesional más elemental no haría mal al mundo de la información.
Según varios comentarios, los documentos publicados revelarían un mundo turbio en el seno de la Iglesia, especialmente de la Santa Sede.
Me parece que detrás de algunos artículos se esconde una hipocresía de fondo. Por una parte, se critica el carácter absolutista y monárquico del gobierno central de la Iglesia; y por otra, se escandaliza porque algunos, escribiendo al Papa, expresan ideas o incluso quejas sobre la organización del gobierno mismo. Muchos documentos publicados no revelan luchas o venganzas, sino la libertad de pensamiento que, en cambio, según las acusaciones la Iglesia no permite. En suma, no somos momias, y los diversos puntos de vista, incluso las valoraciones opuestas son más bien normales. Si alguien se siente incomprendido, tiene pleno derecho a dirigirse al Pontífice. ¿Dónde está el escándalo? Obediencia no significa renunciar a tener un juicio propio, sino manifestar con sinceridad y hasta el fondo la propia opinión, para después acatar la decisión del superior. Y no por cálculo, sino por adhesión a la Iglesia querida por Cristo. Son elementos fundamentales de la visión católica.
Luchas, venenos, sospechas: ¿así es realmente el Vaticano?
Yo no percibo ese ambiente y es lamentable que se tenga una imagen tan deformada del Vaticano. Pero esto nos debe hacer reflexionar y nos debe estimular a todos a esforzarnos a fondo por reflejar una vida más marcada por el Evangelio.
¿Qué decir, en definitiva, a los católicos y a quienes de cualquier modo miran con interés a la Iglesia?
He hablado del dolor de Benedicto XVI, pero debo decir que el Papa no pierde la serenidad que lo lleva a gobernar la Iglesia con determinación y clarividencia. Está a punto de iniciarse en Milán el Encuentro mundial de las familias. Serán días de fiesta donde se respirará la alegría de ser Iglesia. Hagamos nuestra la parábola evangélica que el Papa Benedicto XVI nos recordó hace pocos días: el viento se abate sobre la casa, pero esta no caerá. El Señor la sostiene y no habrá tempestades que puedan derribarla.
¿Se podía reaccionar con más rapidez y totalidad?
Ha habido, hay y habrá un respeto riguroso de las personas y de los procedimientos previstos por las leyes vaticanas. En cuanto se certificó el hecho, el 25 de mayo, la Oficina de información de la Santa Sede difundió la noticia, aunque fue un shock para todos y esto creó un poco de desconcierto. Por lo demás, la investigación está en curso.
¿Cómo ha encontrado a Benedicto XVI?
Entristecido. Porque, de acuerdo con lo que se ha podido certificar hasta ahora, alguien cercano a él parece responsable de comportamientos injustificables desde cualquier punto de vista. Ciertamente, en el Papa prevalece la piedad por la persona implicada. Pero no deja de ser verdad que el ataque que ha sufrido es brutal: Benedicto XVI ha visto cómo se publicaban documentos robados de su casa, papeles que no son simplemente correspondencia privada, sino informaciones, reflexiones, manifestaciones de conciencia, incluso desahogos que ha recibido únicamente en razón de su ministerio. Por eso, el Pontífice está especialmente dolido, entre otras razones por la violencia sufrida por los autores de las cartas o de los escritos dirigidos a él.
¿Puede formular un juicio sobre lo que ha sucedido?
Considero que la publicación de las cartas robadas es un acto inmoral de inaudita gravedad. Sobre todo, repito, porque no se trata únicamente de una violación, ya en sí gravísima, de la reserva a la que cualquiera tiene derecho, sino también de un vil ultraje a la relación de confianza entre Benedicto XVI y quien se dirige a él, aunque fuera para expresar en conciencia una protesta. Razonemos: no sólo se han robado documentos al Papa; se ha violado la conciencia de quien se dirige a él como al Vicario de Cristo, y se ha atentado contra el ministerio del Sucesor del apóstol Pedro. Varios documentos publicados se enmarcan en un contexto que se supone de total confianza. Cuando un católico habla al Romano Pontífice, tiene el deber de abrirse como si estuviera ante Dios, también porque se siente garantizado de una absoluta reserva.
Se ha querido justificar la publicación de los documentos con criterios de limpieza, transparencia, reforma de la Iglesia.
Los sofismas no llevan muy lejos. Mis padres me enseñaron no sólo a no robar, sino también a no aceptar nunca cosas robadas por otros. Me parecen principios sencillos, tal vez para algunos demasiado sencillos, pero es cierto que cuando alguien los pierde de vista, fácilmente se desvía y lleva también a otros a la ruina. No puede haber renovación que pisotee la ley moral, ni siquiera siguiendo el principio de que el fin justifica los medios, un principio que por lo demás no es cristiano.
Y ¿qué responder a quien reivindica el derecho de crónica?
Pienso que en estos días, por parte de periodistas, además del deber de informar de lo que está sucediendo, debería haber también una preocupación ética, es decir, deberían tener la valentía de distanciarse netamente de la iniciativa de un colega suyo que no dudo en definir criminal. Un poco de honradez intelectual y de respeto de la ética profesional más elemental no haría mal al mundo de la información.
Según varios comentarios, los documentos publicados revelarían un mundo turbio en el seno de la Iglesia, especialmente de la Santa Sede.
Me parece que detrás de algunos artículos se esconde una hipocresía de fondo. Por una parte, se critica el carácter absolutista y monárquico del gobierno central de la Iglesia; y por otra, se escandaliza porque algunos, escribiendo al Papa, expresan ideas o incluso quejas sobre la organización del gobierno mismo. Muchos documentos publicados no revelan luchas o venganzas, sino la libertad de pensamiento que, en cambio, según las acusaciones la Iglesia no permite. En suma, no somos momias, y los diversos puntos de vista, incluso las valoraciones opuestas son más bien normales. Si alguien se siente incomprendido, tiene pleno derecho a dirigirse al Pontífice. ¿Dónde está el escándalo? Obediencia no significa renunciar a tener un juicio propio, sino manifestar con sinceridad y hasta el fondo la propia opinión, para después acatar la decisión del superior. Y no por cálculo, sino por adhesión a la Iglesia querida por Cristo. Son elementos fundamentales de la visión católica.
Luchas, venenos, sospechas: ¿así es realmente el Vaticano?
Yo no percibo ese ambiente y es lamentable que se tenga una imagen tan deformada del Vaticano. Pero esto nos debe hacer reflexionar y nos debe estimular a todos a esforzarnos a fondo por reflejar una vida más marcada por el Evangelio.
¿Qué decir, en definitiva, a los católicos y a quienes de cualquier modo miran con interés a la Iglesia?
He hablado del dolor de Benedicto XVI, pero debo decir que el Papa no pierde la serenidad que lo lleva a gobernar la Iglesia con determinación y clarividencia. Está a punto de iniciarse en Milán el Encuentro mundial de las familias. Serán días de fiesta donde se respirará la alegría de ser Iglesia. Hagamos nuestra la parábola evangélica que el Papa Benedicto XVI nos recordó hace pocos días: el viento se abate sobre la casa, pero esta no caerá. El Señor la sostiene y no habrá tempestades que puedan derribarla.
g.m.v.
Fuente: http://www.osservatoreromano.va
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