Benedicto XVI exhorta a permanecer alegres en la esperanza, constantes en las tribulaciones, perseverantes en la oración, en especial a la familia que está al servicio de la Iglesia universal, en el Vaticano. Al concluir el mes dedicado a la Madre de Dios - ante la Gruta de Lourdes en los jardines vaticanos – el Papa expresó su gran alegría por participar en la vigilia mariana, caracterizada por una devoción entrañable y familiar, que se celebra tradicionalmente en la fiesta litúrgica, que recuerda el segundo misterio gozoso, es decir la visita de la Virgen María a su prima Isabel.
«Mi alma magnifica al Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador» (Lc 1,46). Haciendo hincapié en estas palabras, con las que la Virgen Santa glorifica al Todopoderoso, por las grandes cosas que Él ha cumplido mirando la humildad de su sierva, el Papa destacó el significado y alcance del Magníficat, himno de alabanza a la misericordia de Dios, que desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón y derribó a los poderosos de su trono:
«El Magníficat es el canto de alabanza de la humanidad redimida por la divina misericordia, que eleva todo el pueblo de Dios. Y, al mismo tiempo, es el himno que denuncia la ilusión de los que se creen señores de la historia y árbitros de su destino».
María centró toda su vida en Dios, entregándose confiadamente a su voluntad y diseño de amor, con docilidad humilde y por eso fue elegida para ser el templo que lleva en sí al Verbo, al Dios hecho hombre, reiteró Benedicto XVI, invitando a seguir el ejemplo de María, afianzados en la fe gozosa, más allá de las apariencias y ante toda tribulación:
«Todos necesitamos aprender siempre de nuestra Madre celeste: su fe nos invita a mirar más allá de las apariencias y a creer firmemente que las dificultades cotidianas preparan un primavera, que ya empezó en Cristo Resucitado. Esta tarde, anhelamos tomar del Corazón Inmaculado de María renovada confianza para dejarnos contagiar con su gozo, que encuentra su manantial más profundo en el Señor. El gozo, fruto del Espíritu Santo, es característica fundamental del cristiano, se afianza en la esperanza en Dios, se fortalece con la oración incesante y permite afrontar con serenidad las tribulaciones».
«Alégrense en la esperanza, sean pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración», con esta exhortación de san Pablo, que es como un eco del Magníficat de María, el Papa alentó a todos los participantes en el rezo mariano - en especial a los que en el Vaticano, están al servicio de la Iglesia - a dejarse contagiar por la alegría espiritual y la fe de la Virgen:
«Quiero desear a todos y a cada uno, queridos hermanos y hermanas, venerados Señores Cardenales, Obispos, sacerdotes, personas consagradas y fieles todos, que esta alegría espiritual, que rebosa del corazón lleno de gratitud de la Madre de Cristo y Madre nuestra, al final de este mes de mayo, se consolide cada vez más en nuestra alma, en nuestra vida personal y familiar, en cada ambiente, en especial en la vida de esta familia que aquí en el Vaticano sirve a la Iglesia Universal ¡Gracias a todos!»
(CdM – RV)
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