Tras hacer hincapié en que los aniversarios son ocasiones propicias para dar un nuevo impulso al propio carisma, con gratitud y con una mirada crítica, atenta a los propios orígenes y a los nuevos signos de los tiempos, Benedicto XVI reiteró la importancia del compromiso y del testimonio de los laicos católicos en estos tres ámbitos de la sociedad, impulsando la dignidad humana:
«Cultura, voluntariado y trabajo son un trinomio indisoluble en el compromiso cotidiano del laicado católico, que se propone hacer incisiva la pertenencia a Cristo y a la Iglesia, tanto en el ámbito privado como en la esfera pública de la sociedad. El fiel laico se pone propiamente en juego cuando es activo en estos ámbitos y, en el servicio cultural, en la acción solidaria con los necesitados y en el trabajo, se esfuerza por promover la dignidad humana. Estos tres ámbitos están enlazados por un denominador común: el don de sí mismos».
En este contexto, Benedicto XVI explicó cómo es el testimonio cristiano con la entrega de sí, en cada uno de estos tres sectores de la sociedad:
«El compromiso cultural - sobre todo el escolar y universitario - tendido a la formación de las futuras generaciones, no se limita, en efecto, a la transmisión de nociones técnicas y teóricas, sino que implica el don de sí con la palabra y con el ejemplo. El voluntariado, recurso insustituible de la sociedad, conlleva no tanto el dar cosas, sino el darse a sí mismos, en ayuda concreta hacia los más necesitados. Y, en fin, el trabajo no es sólo instrumento de provecho individual, sino momento en cual expresar las propias capacidades gastándose, con espíritu de servicio, en la actividad profesional, tanto de tipo obrero, como agrícola, científico o de otro sector».
«Pero para vosotros, todo ello tiene una connotación particular, la cristiana: vuestra acción debe estar animada por la caridad», volvió a recordar el Santo Padre, subrayando que «ello significa aprender a ver con los ojos de Cristo y dar al otro mucho más que cualquier cosa necesaria exteriormente. Es decir, donarle esa mirada y ese gesto de amor que necesita. Esto nace del amor que proviene de Dios, que fue el primero en amarnos. Nace del encuentro íntimo con Él».
Recordando una vez más que - aunque no siempre se comprende y algunas veces se menosprecia - la gratuidad del don de sí mismos es lo único que nos hace descubrir la felicidad profunda, según la lógica de Cristo, el Papa reiteró también que «la familia es el primer lugar en donde se experimenta el amor gratuito. Y que cuando ello no sucede, es cuando se desnaturaliza y entra en crisis». Además, la familia cristiana es asimismo la cuna educativa fundamental para aprender a vivir como cristianos también la relación con la cultura, el voluntariado y el trabajo, recordó Benedicto XVI, como escribió en su encíclica Caritas in veritate:
«Quise extender el modelo familiar de la lógica de la gratuidad y del don a una dimensión universal. Pues la justicia sola no es suficiente. La solidaridad es, en primer lugar, que todos se sientan responsables de todos; por tanto no se la puede dejar solamente en manos del Estado. Mientras antes se podía pensar que lo primero era alcanzar la justicia y que la gratuidad venía después como un complemento, hoy es necesario decir que sin la gratuidad no se alcanza ni siquiera la justicia’ (38). La gratuidad no se compra en el mercado, así como tampoco se puede prescribir por ley. Y sin, embargo, tanto la economía, como la política tienen necesidad de la gratuidad, de personas capaces de donarse recíprocamente (cfr 39)».
Al concluir su denso discurso, asegurando a estas tres realidades católicas que cuentan con el aliento del Papa, Benedicto XVI quiso destacar dos elementos evidenciados en este encuentro:
«La afirmación de parte vuestra de la necesidad de proseguir por el camino del Evangelio, en fidelidad a la doctrina social de la Iglesia y en lealtad con los Pastores. Y mi aliento, el aliento del Papa, que os invita a proseguir con constancia en el compromiso en favor de los hermanos. De este compromiso forma parte también la tarea de evidenciar las injusticias y de testimoniar los valores sobre los cuales se funda la dignidad de la persona, promoviendo las formas de solidaridad que favorezcan el bien común».
En particular, dirigiéndose al Movimiento Eclesial de Compromiso Cultural, el Santo Padre alentó a sus miembros a impulsar el humanismo cristiano ante los desafíos urgentes y complejos del momento presente, pues «razón y fe son aliadas en el camino hacia la Verdad». A los de la Federación de Organismos Cristianos del Servicio Internacional de Voluntariado a seguir impulsando la caridad que viene de Dios, para derrotar toda forma de pobreza y de marginación en favor de los pueblos menos favorecidos. Y al Movimiento Cristiano de Trabajadores a llevar la luz de la esperanza cristiana al mundo del trabajo, promoviendo la justicia social y con especial atención a los jóvenes.
(CdM)
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