África tierra de dramas y de esperanzas
La «traditio fidei» es la primera tarea de la Iglesia, es su misión y su vocación. Desde el Sínodo de 1971 y sobre todo después del de 1974, se vio con claridad que no es posible anunciar el Evangelio sin un fuerte vínculo con la realidad social africana. Como la situación ha mejorado algo en las últimas décadas, vale la pena recordar lo que, con su fuerza habitual, escribía Jean Marc Ela en el célebre texto sobre el grito del hombre africano: «En el África negra las tareas del Evangelio se inscriben en una región del mundo en la que los poderes del dinero decidieron hacer de este territorio de la humanidad una reserva de esclavos y de mano de obra barata. Para las Iglesias, la cuestión que plantea esta situación es clara: cada día, en nombre el Evangelio, escribir la historia de la liberación efectiva de los oprimidos».
Si nos preguntamos cuál es la modalidad propia de la fe africana, podemos valernos -para comprenderlo- de la teología africana y de su camino. El punto de partida es el documento «Promover la evangelización en la corresponsabilidad»-, presentado al Sínodo de los obispos de 1974 por el episcopado africano, en el cual los obispos de África y de Madagascar «consideran que se ha superado completamente una teología de la adaptación en favor de una teología de la encarnación». Más allá de esta perspectiva de inculturación, la opción evangélica de las Iglesias africanas debe tener en cuenta el Congreso teológico de Dar-Es-Salaam (1976), que había reunido a los teólogos del sur del mundo, y el posterior de Acra (1977), limitado al mundo africano. En estos congresos, los teólogos africanos, por una parte, rechazaron por unanimidad la teología occidental como inadecuada para su tierra y, por otra, pidieron una teología contextual, una teología atenta al contexto cultural y al contexto histórico en el que viven los pueblos africanos. Los teólogos africanos, a veces divididos entre teólogos de la inculturación y de la liberación, en cualquier caso se cuentan entre los más cercanos a las decisiones de sus obispos y al itinerario de sus Iglesias.
El dato que emerge con fuerza de estas sencillas indicaciones es la necesidad de una teología atenta al contexto en el que viven y actúan las Iglesias africanas. Por mi parte, sólo quiero pedir la implementación del planteamiento teológico de la exhortación apostólica «Africae munus», que desarrolla el servicio de las Iglesias africanas en favor de la reconciliación, la justicia y la paz en dos momentos: el primero parte del Cristo Kyrios que, como Señor, es el acontecimientos que hace nuevas todas las cosas y establece la tarea de la Iglesia al servicio de su misión de reconciliación, justicia y paz; el segundo parte del Espíritu, que da a cada uno una manifestación particular de su poder, pero para ponerlo al servicio de todos.
Fernando Filoni
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