Por Pbro. Emerson Velaysosa Fernández
En muchas ocasiones me he encontrado con jóvenes y adultos que argumentaban no confesarse “porque el sacerdote es un hombre pecador”, “porque los escándalos de algunos presbíteros han hecho dudar mi fe”.
Esto sucede porque no han entendido lo que es la Iglesia: Santa y pecadora. Santa, porque su fundador, Cristo, es Santo. Pecadora, porque nosotros, quienes la formamos, somos pecadores.
Jesús ha instituido los Sacramentos (uno de ellos es el Sacramento del Orden), y ha dado a sus apóstoles (los primeros sacerdotes) potestad de “atar y desatar”.
Sólo a través de la Confesión –y no por otro medio– Dios perdona los pecados mortales.
Según mi parecer, cuando alguien dice: “yo no me confieso porque los Curas son pecadores”, es porque esa persona tiene miedo de confesarse por las faltas graves que ha cometido y, como pretexto y excusa para no confesarse, busca argumentos en contra de ello. No es feliz, su conciencia le remuerde, vive amargado.
Los sacerdotes somos tan humanos como los laicos. También nosotros nos confesamos. Sí, no te sorprendas. Yo he confesado a sacerdotes; es más, la primera confesión que realicé fue a un sacerdote.
Volviendo al inicio de este artículo, para entender mejor, quiero usar el ejemplo del agua bendita: esa misma agua la puedo llevar en distintos tipos de recipientes (de vidrio, de metal, de plástico, etc.), costosos o baratos, pero sigue siendo la misma agua. Ese ejemplo se puede aplicar a los sacerdotes: hay presbíteros muy dignos de alabar y algunos que dan mucho que decir por sus conductas no tan coherentes con su ministerio; pero no por ello van a dejar de ser sacerdotes (“Tú eres sacerdote para siempre”, nos dice la Palabra de Dios). El poder que tienen para perdonar pecados no les viene por sí mismos sino que es una gracia, un don de Dios que no se altera (como el agua bendita) por la mala actuación de los sacerdotes.
Por eso, tu confesión es válida si te confiesas con un sacerdote (santo o pecador) que tenga las licencias para confesar.
Si un sacerdote, estando en pecado grave confiesa, él se está perjudicando (se está condenando), mas no la persona que se confiesa con ese sacerdote. “El que está libre de pecados, que lance la primera piedra”, dijo Jesucristo.
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