Por Ettore Gotti Tedeschi
Publicamos el artículo que ha
escrito en “L'Osservatore Romano” Ettore Gotti Tedeschi, presidente del
Instituto para las Obras de Religión, familiarmente conocido como el banco del
Vaticano, en el que presenta una estrategia económica “para los países más
viejos”.
* * *
Observando la población de los
países occidentales —en particular, los países que se podrían definir
“maduros”, como los Estados Unidos y los que forman la Europa de los 20— se nota
que el porcentaje de población con una edad por encima de sesenta años sigue
creciendo sensiblemente. Hoy las personas comprendidas en esa franja de edad
representan cerca de un cuarto del total. En los países emergentes, en cambio,
no llegan a un décimo. Y ya se nota que los costes de esta tendencia en
realidad no son sostenibles.
El envejecimiento de la población
puede considerarse, de hecho, el verdadero origen de la crisis económica
actual. Pero en el próximo decenio sus efectos corren el riesgo de no ser ya
soportables, porque el porcentaje cada vez mayor de personas que sale de la
fase productiva se transformará en un coste fijo imposible de absorber y de
sostener por parte de quienes producen. Además, cada vez menos personas entran
en el ciclo productivo y, cuando logran entrar, lo hacen muy lentamente. Sin
considerar los cambios del concepto de ocupación generalizado hasta hace poco
tiempo.
Los costes de una población cada
vez más anciana no podrán, por lo tanto, ser sostenidos por los jóvenes, los
cuales, además de ser cada vez menos, podrían también preguntarse por qué
deberían hacerlo, sobre todo si son inmigrantes.
Otro fenómeno, menos observado,
relativo al envejecimiento de la población está en el cambio de la estructura
del consumo. Sintetizando un poco cruelmente, se podría afirmar que se compran
menos coches, pero más medicinas. Está cambiando, y cambiará cada vez más,
también el ciclo de producción del ahorro, en disminución y destinado a
desplomarse: primero porque ha debido sostener el consumo; y segundo, a causa
de la drástica reducción de los ingresos.
Frente a esta realidad, es
indispensable tener la valentía de afrontar el tema de los nacimientos y del
envejecimiento de la población. Descuidarlo es perjudicial, y por esto ya es
improrrogable la planeación de estrategias para sostener concretamente a las
familias en su vocación natural a tener hijos. Sólo así se podrá poner en
marcha una verdadera recuperación económica. Una familia de hoy con dos
salarios gana menos de lo que ganaba hace treinta años la misma familia con un
sólo salario. Y esta es la consecuencia del crecimiento de los impuestos sobre
el producto interno bruto, que se han duplicado en el mismo período
precisamente para absorber las consecuencias del envejecimiento debido a la
caída de los nacimientos.
Los gobernantes de los países
“maduros” deben invertir en la familia y en los hijos para generar un rápido
crecimiento económico, gracias a la activación de factores como el aumento de
la demanda, el ahorro y las inversiones. Así las personas ancianas serían más
aceptadas, y no sólo soportadas, como a veces sucede hoy. En el fondo, la
naturaleza misma enseña que si el hombre y la mujer no engendran hijos es
difícil que alguien cuide de ellos cuando envejezcan. El Estado puede
intentarlo, pero con costes altísimos.
Fuente: zenit.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario