Benedicto XVI ha recibido esta mañana en el Palacio Apostólico a los obispos italianos reunidos esta semana en Roma en su anual Asamblea Plenaria. “Que el 50 aniversario del inicio del Concilio Ecuménico Vaticano II, que celebraremos en octubre -ha dicho el Papa- sea motivo para profundizar sus textos”. Decía Juan XXIII, que lo que más interesa al Concilio, ha recordado el Papa, “es que el sacro depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado de forma más eficaz”. Transmitir de modo nuevo la tradición milenaria de la Iglesia.
Escuchar el Concilio y hacer nuestras sus autorizadas y valiosas orientaciones, es la manera de identificar cómo la Iglesia puede ofrecer una respuesta significativa a las grandes transformaciones sociales y culturales de nuestro tiempo, que tienen efectos visibles también sobre la dimensión religiosa.
“La racionalidad científica y la cultura técnica no solo tienden a uniformar el mundo, -ha proseguido el Santo Padre-, sino que a menudo, traspasan los respectivos ámbitos específicos, con la pretensión de delinear el perímetro de las certezas de la razón, únicamente con el criterio empírico”. Pero de este modo, ha indicado el Papa, el poder de las capacidades humanas acaba desvinculándose de las normas morales.
Estas situaciones de secularismo caracterizan sobre todo las sociedades de antigua tradición cristiana y corroen el tejido cultural que hasta hace poco era una referencia unificadora. “El patrimonio espiritual y moral en el que Occidente hunde sus raíces y que constituye su linfa vital -ha enfatizado el Pontífice-, hoy no viene comprendido en su valor profundo y la tierra fecunda corre el riesgo de convertirse en un inhóspito desierto.
Y un signo visible de ello, ha señalado Benedicto XVI, es la disminución de la práctica religiosa, que puede comprobarse en la participación a la liturgia eucarística y sobre todo en el Sacramento de la Penitencia. “Muchos bautizados -ha dicho- han perdido la identidad y el sentido de pertenencia: no conocen los contenidos esenciales de la fe.
Por desgracia, es precisamente Dios el que queda excluido del horizonte de muchas personas; y cuando no encuentra indiferencia, cerrazón o rechazo, la palabra de Dios viene relegada en el ámbito subjetivo, reducida a un hecho privado e íntimo, puesta al margen de la conciencia pública. Pasa por este abandono, por esta falta de apertura al Trascendente, el corazón de la crisis que hiere a Europa, que es crisis espiritual y moral: el hombre cree tener una identidad completa y limitada, simplemente en sí mismo.
En este contexto se ha preguntado el Santo Padre ¿cómo podemos responder, cómo podemos sembrar con confianza la Palabra de Dios? Los padres conciliares, profundizando en una pregunta similar, ha recordado el Papa, llegaron al corazón de la respuesta: “se trata de volver a iniciar a partir de Dios, celebrado, profesado, testimoniado”. Debemos cultivar el crecimiento del trigo bueno incluso en tierra árida. “La situación actual requiere un renovado impulso, que apunte a lo que es esencial en la fe y en la vida cristiana”.
En un momento en que Dios se ha convertido para muchos en el gran desconocido y Jesús simplemente es un gran personaje del pasado, no habrá impulso de la renovación misionera sin la renovación de la calidad de nuestra fe y de nuestra oración. No vamos a ser capaces de dar respuestas adecuadas, sin una nueva aceptación del don de la Gracia. No sabremos ganar a los hombres para llevarlos al Evangelio, si antes nosotros mismos no volvemos a una profunda experiencia de Dios
Benedicto XVI, dirigiéndose al episcopado italiano, ha subrayado que “la primera, verdadera y única tarea es la de comprometer la vida por aquello que es realmente verdadero, necesario y último. “Los hombres viven de Dios y los hombres tienen la tarea de anunciarlo, mostrarlo, de guiar el camino para ir a su encuentro. Pero es siempre importante recordar que la primera condición para hablar de Dios es hablar antes con Dios, convertirse en hombres de Dios, alimentarse de una intensa vida de oración, plasmados por su Gracia.
Dejémonos encontrar y captar por Dios, para ayudar a cada persona que encontramos a que sea alcanzada por la Verdad. Es de la relación Dios, que nace nuestra comunión y viene generada la comunidad eclesial, que abraza todos los tiempos y todos los lugares que constituyen el único pueblo de Dios. (ER – ER)
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