Por primera vez se ha invitado a
no creyentes
“Peregrinos de la verdad,
peregrinos de la paz”. Este es el lema del próximo encuentro convocado por el
Papa Benedicto XVI en Asís, el 27 de octubre próximo, con líderes religiosos de
todo el mundo. Un lema, según el cardenal Bertone, que expresa todo un
programa.
El Secretario de Estado, cardenal
Tarcisio Bertone, y el cardenal Jean-Louis Tauran explican, en sendos artículos
publicados en la edición del fin de semana de L'Osservatore Romano, el
significado del próximo encuentro interreligioso en octubre en la ciudad del Poverello.
Un encuentro, recuerda el
cardenal Bertone, que se produce en continuidad con los anteriores de 1986 y
2002, pero que tiene sus propias particularidades y acentos, que hacen de él un
acontecimiento único.
Este encuentro del próximo 27 de
octubre quiere ponerse, por encima de todo, como continuación del anterior de
1986, incorporando una serie de novedades: entre ellas, por primera vez, la
invitación a participar a personalidades que se definen no creyentes.
Tras Juan Pablo II
El encuentro de 1986 fue
convocado por Juan Pablo II con motivo del Año internacional de la Paz
convocado por la ONU, y tuvo gran resonancia en la opinión pública mundial.
Pero más allá de la foto de los
líderes religiosos de la tierra, el encuentro de 1986 tenía, según el
purpurado, dos intenciones profundas, por parte del papa polaco: la primera,
“poner de relieve la dimensión intrínsecamente espiritual de la paz”, frente a
una cultura “que tiende a relegar el fenómeno religioso”.
La segunda intención era, afirma,
que los líderes religiosos afrontasen su propia responsabilidad de que las
creencias personales y comunitarias “se tradujesen en una efectiva construcción
de la paz”, recordando que “la pertenencia religiosa ha sido a menudo
instrumentalizada como elemento de conflicto”.
En realidad, el objetivo
fundamental de Juan Pablo II era, comenta el cardenal Bertone, demostrar cómo
era posible el diálogo basado en la experiencia religiosa, sin caer en el
relativismo o en el sincretismo.
El propio Juan Pablo II lo
explicó aquel 27 de octubre de 1986: no se trata, decía el pontífice, de buscar
“un consenso religioso” ni de “negociar nuestras convicciones de fe”, ni
tampoco que “las religiones puedan reconciliarse en el plano de un proyecto
terreno común que las sobrepase a todas”.
“Este último punto era de capital
importancia – subraya el cardenal Bertone – el relativismo o el sincretismo, de
hecho, acaban por destruir, en lugar de valorar, la especificidad de la
experiencia religiosa”, un aspecto sobre el que hay que volver “ante las
interpretaciones superficiales, que no faltaron, de aquel primer encuentro de
Asís”.
El siguiente encuentro, el 24 de
enero de 2002, fue convocado por el papa Wojtyla a raíz de los atentados del 11
de septiembre, y estuvo dirigido especialmente a conjurar el peligro de la
confrontación con el islam.
En realidad, no fue un evento
inédito, pues ya en 1994 se había celebrado en esta ciudad una jornada de
oración por la paz en los Balcanes, con representantes de otras religiones presentes
en esta región europea, entonces en guerra.
El objetivo directo de aquel
encuentro fue, afirma el cardenal Bertone, “hacer visible la condena de todas
las religiones del terrorismo de matriz fundamentalista”, así como el
compromiso de “no dejarse instrumentalizar por los enfrentamientos entre
naciones, pueblos y culturas”.
Aquel encuentro finalizó con la
reunión de los presentes en la Plaza de san Francisco, en el que se firmó una
declaración solemne de las religiones por la paz y de condena del terrorismo de
raíz religiosa.
No solo creyentes
¿Cuál es el objetivo, por tanto,
de este nuevo encuentro en Asís? Para el cardenal Bertone, el sentido queda
claramente expresado en el que Benedicto XVI ha elegido para esta ocasión:
“Peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz”.
“Afirmar que se es peregrino
significa admitir que aún no se ha llegado a la meta, o mejor aún, que ésta
siempre nos trasciende, constituyendo así el sentido de nuestro viaje. Todo
hombre de buena voluntad se siente peregrino de la verdad, se siente en camino,
porque es consciente de que la verdad siempre le supera”.
Por ello, y esta es una de las
novedades del próximo encuentro, se ha invitado a participar también a algunas
personalidades del mundo de la ciencia y la cultura que se definen como no
creyentes o no religiosas.
Esto se debe, explica el
secretario de Estado, no sólo al hecho de que la paz “es una responsabilidad de
todos, creyentes y no creyentes”, sino que hay una razón más profunda: “estamos
convencidos de que la postura de quien no cree o le cuesta creer puede realizar
un papel saludable para la religión en cuanto tal, por ejemplo ayudando a
identificar posibles degeneraciones o inautenticidades”.
“Como cristianos, profesamos
haber recibido en Cristo la revelación plena y definitiva del rostro de Dios;
sabemos que este don de salvación es para todos los hombres y deseamos que el
designio de amor del Padre se manifieste y realice en su totalidad”, afirma el
cardenal Bertone.
Pero al mismo tiempo, “sabemos
que nunca podremos agotar la profundidad del misterio de Cristo. No solo,
reconocemos que nuestra fragilidad puede a veces ofuscar el esplendor del
tesoro que se nos ha revelado y hacer más difícil su conocimiento”.
“El haber recibido como don la
verdad no nos impide, por tanto, sentirnos compañeros de viaje de cada hombre y
de cada mujer”, subraya el purpurado.
Nostra Aetate
De alguna forma, este encuentro
quiere expresar de forma vivencial, carnal, el artículo 2 de la Declaración Nostra
Aetate, de una forma más explícita y directa que los anteriores encuentros:
“La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo
y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los
preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella
profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que
ilumina a todos los hombres”.
Así lo apunta el cardenal Tauran,
el cual destaca, por su parte, tres objetivos en el encuentro del próximo
octubre: por un lado, “que todos somos criaturas de Dios y, por tanto, hermanos
y hermanas”; por otro, que “Dios actúa en cada persona humana, la cual ya a
través del uso de la razón puede presentir la existencia del misterio de Dios y
reconocer valores universales”.
El tercero es “identificar, en
las distintas tradiciones religiosas, el patrimonio de los valores éticos
comunes que permite a los creyentes contribuir, como tales, en particular a la
afirmación de la justicia, de la paz y de la armonía”.
El diálogo, subraya el cardenal
Tauran, no es una “conversación entre creyentes” ni “una tratativa
diplomática”, no es terreno de mercadeo “ni mucho menos de compromisos”, no
está motivado por intereses políticos o sociales, “no busca ni subrayar las
diferencias ni borrarlas”, “no quiere crear una religión universal, aceptado
por todos”.
El verdadero diálogo, añade, “es
un espacio para el testimonio recíproco entre los creyentes de religiones
distintas, para conocer mejor la religión del otro y los comportamientos éticos
que emanan de ella”, lo que permite “corregir imágenes erróneas y superar
estereotipos”, de “conocer al otro como es, como tiene derecho a ser conocido”.
El purpurado subraya que existen
cuatro modalidades de diálogo: el diálogo de la vida (compartiendo las alegrías
y las pruebas del día a día), el diálogo de las obras (cooperando en el
progreso integral del hombre), el diálogo teológico, siempre que sea posible, y
el diálogo de la experiencia religiosa.
Importancia de los gestos
En el encuentro de 1986 se
subrayó la universalidad de tres elementos, presentes en prácticamente todas
las religiones: la oración, la peregrinación y el ayuno. El momento central del
encuentro fue la oración común por la paz.
El segundo encuentro, el de 2002,
insistió mucho, ante la violencia de origen religioso, en la necesidad de la
purificación, “de la que cada tradición religiosa debe hacerse cargo, ante las
demás religiones y ante el mundo”, afirma el cardenal Bertone.
En aquella ocasión, el Papa
invitó a los participantes a la preparación mediante una jornada de ayuno, que
de modo significativo se colocó al final del mes de Ramadán, el mes de ayuno
para los musulmanes.
En el encuentro de 2002, se
privilegió, frente a la oración común, la oración particular de cada grupo
religioso. Esta elección “derivó de la voluntad, compartida por todos, de no
ofrecer el pretexto a interpretaciones de tipo irenista del encuentro”, afirma
el cardenal Bertone.
Por ello, la oración se vivirá
sobre todo como momento de silencio y recogimiento interior, que serán
privilegiados por encima de las formas de oración pública de cada religión.
En este sentido, aclara el
secretario de Estado vaticano, “la preocupación por evitar incluso la impresión
de cualquier relativismo no es solo católica”, y “es particularmente
comprensible en el contexto cultural actual, en muchos aspectos refractario a
la cuestión de la verdad, y por ello inclinado a una presentación
indiferenciada, y en el fondo irrelevante, del fenómeno religioso”.
Por su parte, el Papa Benedicto
XVI presidirá la noche anterior una vigilia de oración por la paz con los
fieles de la diócesis de Roma, invitando a unirse a él a obispos y fieles de
todo el mundo.
Otro elemento del encuentro será
el ayuno, como signo de “la dimensión penitencial que el encuentro quiere
asumir, la convicción de deber estar dispuestos siempre a un proceso de
purificación”.
El tercer elemento será la
peregrinación, que será simbolizada por el viaje en tren de las delegaciones
desde Roma hasta Asís, y por la subida a la basílica de Santa María de los
Ángeles.
“Nos reconoceremos peregrinos de
la verdad, peregrinos de la paz, comprometiéndonos en ser constructores de un
mundo más justo y solidario, y conscientes de que esta tarea supera nuestras
pobres fuerzas, y que debe ser invocada de lo alto”, concluye el cardenal
Tarcisio Bertone.
Por Inma Álvarez
Fuente: www.zenit.org
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