“El futuro de
la humanidad está en juego”, afirma el cardenal Turkson
Como preparación
al encuentro de representantes de grandes religiones en Asís el próximo 27 de
octubre, el presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz, el cardenal Peter
Kodwo Appiah Turkson, destacó en L'Osservatore Romano la importancia
de las comunidades religiosas para la justicia y para la paz.
25 años después
del primer encuentro organizado por iniciativa de Juan Pablo II, el cardenal
recuerda que el diálogo entre las religiones debe ser “un diálogo sincero, en
el pleno respeto a las diferencias y a la diversidad de tradiciones.
Juntas, las
distintas religiones están invitadas a “transformar las mentalidades y las
estructuras”, especialmente en lo que se refiera al “derecho a la vida”, sin el
cual “es imposible disfrutar de los demás derechos”.
“Hablar del
compromiso de las comunidades religiosas por la justicia y por la paz significa
evocar su cooperación para el bien común de la sociedad, en el marco de su
diálogo”, afirma el cardenal en el artículo del diario vaticano.
“Las culturas y
las religiones del mundo tienen todas un patrimonio de valores y de riquezas
espirituales por compartir con las demás, y que pueden ser considerados como
una preparación para Cristo”.
“Estas
tradiciones espirituales y morales pueden también permitir un diálogo fecundo
para anclarse en una plataforma común”, explica.
“Sobre esta
plataforma puede desarrollarse un diálogo sincero, en el pleno respeto a las
diferencias y la diversidad de tradiciones”, continúa.
Según el
purpurado, “toda comunidad religiosa está llamada a cultivar el diálogo con las
demás religiones, a abrirse a la escucha para continuar caminando juntos en la
paz y ofrecer lo mejor que cada una posee para construir un mundo más justo y
solidario”.
“Aunque no
siempre es posible establecer un diálogo en el plano teológico o doctrinal,
existen otras vías, que merecen ser profundizadas”, y particularmente la vía
del diálogo “en el plano de la vida y de las obras”.
El diálogo
supone que los interlocutores se acogen y se aceptan en su especificidad, con
sus riquezas y sus debilidades”, explica el cardenal.
“Es la vía
maestra del diálogo y de la cooperación al servicio del bien común: respetar al
otro sin dejar de lado su identidad aunque buscando comprenderle”.
Contra
las estructuras de pecado
Los fieles de
las distintas religiones -afirma el cardenal Turkson- están llamados a “unir
sus fuerzas para reforzar la solidaridad y la fraternidad entre los pueblos,
luchando especialmente contras las causas de las injusticias y trabajando para
transformar las mentalidades y las estructuras que, por desgracia, son a menudo
portadoras de pecado”.
En este
contexto, “el derecho a la vida merece una atención especial porque sin este
derecho es imposible disfrutar de los demás derechos”.
Hablar de
derecho a la vida, afirma, “significa referirse al mismo tiempo al lugar en el
que ésta nace y crece, es decir, la familia, una institución que hoy en día es
atacada”.
No se puede
nunca cuestionar “el derecho de la persona a fundar una familia conforme al
designio de su Creador, a tener hijos, a educarlos según sus propias
convicciones religiosas”.
El cardenal
Turkson invita a evitar algunas trampas para “que la cooperación de las
comunidades religiosas al servicio de la justicia y de la paz sea fecunda”.
“La primera
trampa es la instrumentalización de la religión. A menudo, esta trampa es una
consecuencia del fanatismo y del fundamentalismo que buscan imponer sus
convicciones a los demás por la fuerza y la violencia”, afirma.
“La violencia en
nombre de Dios encuentra fácilmente su arraigo en un contexto de ceguera
religiosa -advierte-. Una forma de violencia especialmente preocupante es la
del fenómeno del terrorismo”.
“También existen
formas solapadas de violencia que son una grave amenaza para la vida y el
futuro de la humanidad”, insiste.
“Basta pensar en
la violencia contra el derecho a la vida que es difundida y alentada por una
mentalidad antinatalista a través de muchas vías: contracepción, aborto,
legislaciones contrarias al nacimiento, esterilizaciones alentadas en los
países pobres por algunas organizaciones no gubernamentales, control coercitivo
de nacimientos, eutanasia”.
Es por tanto
importante que “las comunidades religiosas -en nombre de Dios, fuente, autor y
fin último de la vida- unan sus esfuerzos para denunciar esta mentalidad en
todos los ámbitos y para comprometerse en la promoción y la defensa de la vida
desde su concepción hasta la muerte natural”.
El cardenal
Turkson advierte que “el futuro de nuestra humanidad está en juego”.
Por Marine
Soreau
Fuente: www.zenit.org
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